Si hay un complemento tradicional en el atuendo de la novia, ese es sin duda el velo. Aunque hoy en día este elemento es totalmente opcional, y algunas novias prefieren llevar un tocado o una diadema, su historia viene cargada de una gran simbología.

Evidencias históricas cuentan que en la época griega y romana ya se utilizaba esta prenda. Pero por aquel entonces, el velo era considerado más como un elemento supersticioso que religioso. Este complemento, cuyo nombre proviene de la palabra ‘velar’, era visto como el elemento que protegía a la mujer de las envidias y de los malos espíritus y pensamientos que desearan un matrimonio desgraciado en la ceremonia, una tradición que siguió vigente hasta el siglo XIX. En Oriente, el velo tapaba la cara de la novia, por lo que el novio, que no la conocía al ser un matrimonio concertado, no la veía hasta una vez se convirtieran en marido y mujer. Posteriormente, la religión cristiana consideraba el velo como un elemento de pureza y virginidad de la novia.

Actualmente el velo tiene más connotaciones estéticas que religiosas, motivo por el que cada vez son más los modelos entre los que las novias pueden elegir para completar su atuendo y dejar a todos los invitados con la boca abierta.

El velo que se escoja partirá del tipo de vestido que vaya a llevarse, y por supuesto, del gusto de la novia; los más elaborados y con muchos adornos conjuntan mejor con velos sencillos, y justo lo contrario ocurre con aquellos vestidos de novia más simples.

Velos largos

Las medallas a los velos más largos se las llevan el real y el catedral, que suelen asociarse a las novias ‘royal’. Estos, que se caracterizan por tener unas dimensiones que rozan los 3 metros, normalmente casan con el largo de la cola, aunque también pueden sobrepasarlo, como fue el caso de Nicky Hilton. También en el podium de velos largos, ligeramente más corto que el catedral, está el velo capilla, uno de los velos que más pasiones despierta ente las novias, especialmente entre las que llevan vestidos con una cola más corta. Los velos de esta longitud pueden llevarse tanto cubriendo la cara hasta casi el final de la ceremonia, como dejando el rostro al descubierto, una opción que permite mostrar parte del peinado y fluir delicadamente por la espalda.

Velos medianos

Existen muchos modelos de velos mediados; los que se miden por la altura de la pierna, que pueden llegar al suelo o a las rodillas, y los que se miden por la altura del brazo, que pueden alcanzar la punta de los dedos o el codo. Estas opciones son más desenfadadas que los velos más largos y pueden ser una elección muy chic. Los mediados quedan genial con vestidos de novia más innovadores, trajes cortos y con novias que opten por un estilo más de ciudad, con chaqueta y falda o con vestidos cortos, también pueden conjugar a la perfección con los de corte medio. Estos velos, al igual que los largos, pueden echarse hacia atrás o cubrir el rostro de la novia.

La mantilla, la opción nupcial española por excelencia, también entraría en esta categoría. Los espectaculares bordados artesanales hacen de esta pieza toda una obra de arte que agrega un aire castizo al traje de novia.

Velos cortos

Con referencias vintage, el tipo ‘blusher’ es un velo elaborado en tul que no sobrepasa el largo de los hombros. En la misma categoría entra el velo jaula, un modelo tan corto que a menudo suele ir combinado con un tocado. Esta opción, que cambia el tul por la redecilla, debe tener algo de volumen para compensar la silueta como lo haría uno largo. La última tendencia en velos son los que se colocan a modo de antifaz, también con tela de red, extendiéndose a ambos lados de la diadema de la novia o sujetándose con dos peines-joya.